jueves, 28 de noviembre de 2013

Los diez establecimientos más antiguos (6 y 7). El Botijo y Farmacia Deleuze



Continuamos la búsqueda en bicicleta de los establecimientos más antiguos de la capital. Cerca de la plaza Mayor, bajando por la calle Toledo, en el número 35, está ubicado otro con solera, El Botijo, aunque por desgracia, del antiguo local inaugurado en 1754, no queda prácticamente nada. Este establecimiento ya estaba aquí antes de que comenzase a reinar Carlos III, lo cual quiere decir que estaba vivo antes de que naciese la Cibeles o que se construyera la Puerta de Alcalá. Casi nada. Mencionado en varios de los Episodios Nacionales de Galdós, en sus orígenes comienza siendo una guarnicionería  en la que se podían encontrar mimbres, sillas, bastones, botería, alpargatas, cordelería, rafia, fuelles, almadreñas, pólvora o cohetes. Posteriormente se vendían juguetes, pintura y artículos de droguería, que es fundamentalmente a lo que hoy se dedica. De esta tienda legendaria queda su botijo a la entrada y un cartel con el año de su apertura. 

La farmacia Deleuze sigue siendo en la actualidad una auténtica joya, una maravilla de establecimiento que mantiene todo su esplendor y aguanta con orgullo el paso de los años. Situada desde el año 1780 en la calle San Bernardo 39, fue abierta en su día con la denominación de Botica de San Bernardo. Al entrar en la farmacia nos podemos imaginar en el siglo XVIII la rebotica de este local llena de hombres de ciencia mezclando hierbas y ungüentos. En su anterior llama poderosamente la atención su original decoración barroca que nos recuerda más a alguna dependencia palaciega que a una botica. Por suerte conserva todavía tarros originales y botamen procedentes de la Fábrica del Buen Retiro. 
Su primer farmacéutico conocido es Baltasar de Riego, pintor además de farmacéutico y primo del famoso general Riego. Aquí se reunían escritores como Espronceda y Ventura de la Vega. En 1861, la heredó Juan Chicote quien se encargó de organizar tertulias en la rebotica, a las que asistían desde médicos como Méndez Alvaro y Federico Rubio, a políticos como Castelar, Cristino Martos o Pi y Margall. En 1948 pasó a manos de la familia Deleuze.

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