martes, 10 de diciembre de 2013

Los diez establecimientos más antiguos (y 10). Antigua Pastelería del Pozo


En esta ocasión nos vamos a acercar al último punto de nuestros paseos bicicleteros en busca de los diez establecimientos más antiguos de la capital. Está también muy céntrico y vale la pena conocerlo. En las inmediaciones de la carrera de San Jerónimo, entre las calles Victoria y de la Cruz, está la calle del Pozo, en cuyo número 8 se encuentra la Antigua Pastelería del Pozo, que presume con orgullo de seguir haciendo los mejores hojaldres, rellenos de crema y cabello de ángel. Es una pastelería con solera y un local digno de admirarse. 

Lo que verdaderamente le ha dado fama al establecimiento son los roscones de Reyes (siempre sin relleno y sin fruta escarchada), que hace tiempo han dejado de ser exclusivos de las Navidades y se elaboran todo el año, así como los turrones y el pan de Cádiz, pero sin duda lo más codiciado del establecimiento (por su calidad y porque sólo se vende durante tres semanas en el año) son los buñuelos de viento, que los hay de café, de crema pastelera, batata, cabello de ángel y (la estrella de todos) los de crema chantilly. 

Fundada en 1830 por la familia Agudo con el nombre de Horno de calle del Pozo, es una de las mejores, tradicionales y artesanas pastelerías de Madrid. El local ha sido objeto de varias reformas, pero se ha conservado el mobiliario original, con un mostrador de mármol y madera, máquina registradora antigua y una balanza clásica de dos platos.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Los diez establecimientos más antiguos (9). Casa Alberto


Pedaleando desde el paseo del Prado, desde Antón Martín o desde la plaza de Santa Ana, nos acercamos en un momento a la calle Huertas, por la que nos movemos hasta encontrarnos en el número 18 con Casa Alberto. Esta taberna histórica fue inaugurada en el año 1827 y en este mismo edificio vivió Miguel de Cervantes y remató alguna de sus grandes obras. Según parece, Viaje al Parnaso y la segunda parte de El Quijote vieron la luz aquí. Hay que imaginar a los ciudadanos de la villa, en tiempos de Fernando VII, acercándose a Casa Alberto a tomar un chato de vino con un huevo duro y un trozo de bacalao. En la actualidad acuden a degustar platos típicos, como las manitas de cordero, las croquetas, las judías con chorizo, el bacalao, los callos a la madrileña o el rabo de toro estofado, que tiene fama de ser uno de los mejores de Madrid. 

Hace dos décadas su actual propietario la restauró y remodeló con acierto. El local rezuma tradición por los cuatro costados, desde la portada en madera pintada de rojo o el impresionante mostrador con pila de estaño, hasta la llamativa grifería de cinco caños, pasando por la hermosa barra de ónice y madera, única en su género, la caja registradora, el manómetro de fabricación de agua de Seltz, las columnas de forja o unas taquillas donde se vendían entradas para la clá del Teatro Español, el juego de medidas de estaño, las mesitas redondas con taburetes o los anaqueles y el zócalo de madera. En su momento, fue sede de una importante tertulia taurina, a la que acudían toreros, picadores, banderilleros y aficionados al mundo del toro. La pasión taurina sigue presente en las paredes del local, que se adornan  con un sinfín de fotografías de ilustres clientes, como Ava Gardner o Joaquín Sabina.